Aquel día las emakumes (mujeres del Partido Nacionalista Vasco) iban a celebrar una misa en la capilla instalada en un hotel privado del barrio gótico. Aquella capilla improvisada era el único lugar en la zona republicana donde se podía celebrar oficialmente el culto. Nada en el mundo habría podido impedir que yo asistiera al oficio. Cuando la inquisición roja ocupa el lugar de la inquisición blanca, asistir a los oficios es una forma de protestar tan necesaria como lo había sido antes negarse a pisar una iglesia.
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En contra de la opinión más generalizada, el dominio comunista no era la causa, sino la consecuencia del pronunciamiento franquista.
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El Estado republicano, que había heredado desórdenes muy anteriores a su nacimiento, vegetaba entre los esporádicos excesos de una masa analfabeta irritada por la miseria y las permanentes revueltas de los pretorianos y los privilegiados. […] Más tarde los apologistas del pronunciamiento de julio de 1936 recurrirían paradójicamente a la debilidad de la república para justificar la destrucción del Estado. El argumento no tenía desperdicio: de vez en cuando se alteraba el orden, de modo que había que destruir el orden; de vez en cuando se violaba el Estado de derecho, así que la solución era suprimir el Estado de derecho.
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Las luchas intestinas que precipitaron la derrota republicana acarrearon consecuencias duraderas y contribuyeron a prolongar el régimen franquista. Esas luchas sembraron el odio que durante mucho tiempo impidió la unidad de las fuerzas de izquierdas. Además, paradójicamente, el terrorífico alcance de la guerra y los excesos revolucionarios, es decir, las peores consecuencias del pronunciamiento de 1936, lanzaron a la clase media hacia la dictadura franquista. Si esas consecuencias hubieran sido menos trágicas, la clase media no se habría adherido al status quo franquista por temor a que volviera a surgir la violencia. El gran miedo de la clase media y la división de la izquierda, los dos cimientos del régimen franquista, sólo podían quedar barridos por la llegada de nuevas generaciones libres de recuerdos envenenados de la guerra civil.
Elena Ribera de la Souchère: Lo que han visto mis ojos (Galaxia Gutenberg -Círculo de Lectores)