Peter no aprende absolutamente nada, aunque buena falta le haría; al parecer ha ingresado en el instituto Benjamenta sólo para brillar en él con sus deliciosas boberías. Tal vez aquí llegue a alcanzar un grado mucho mayor de estupidez, pues pensándolo bien, ¿por qué la suya no habría de prosperar? Yo, por ejemplo, estoy convencido de que Peter cosechará éxitos francamente escandalosos en la vida, y, cosa extraña, se los deseo: Más aún, tengo la sensación -una sensación muy confortable, punzante y placentera- de que algún día me tocará en suerte un amo, un patrón o un jefe igual a ese futuro Peter, pues los tontos como él están hechos para llegar lejos, para escalar, vivir bien y mandar, mientras que quienes, como yo, son en cierto sentido inteligentes, han de tolerar que sus propios talentos florezcan y se marchiten al servicio de los otros. Yo, yo seré algo muy humilde y pequeño. La intuición que me lo dice tiene valor de hecho consumado e intangible. Dios mío, ¿cómo es que aún conservo tantísimo valor para vivir? ¿Qué me pasa? A menudo siento miedo de mí mismo, pero me dura poco. No, no; confío en mí. Aunque ¿no es esto francamente divertido?
Robert Walser: Jakob von Gunten (Siruela)