La nodriza se alza de puntillas, y con la mano pequeña, huesuda y de piel amarillenta, dibuja sobre las frente del anciano la señal de la cruz. Se dan un beso. Es un beso extraño, breve y peculiar: si alguien lo observara, seguramente sonreiría. Pero como cada beso humano, es también una respuesta -a su manera distorsionada y tierna- a una pregunta que no se puede formular con palabras.
El último encuentro
17 Nov
Esta entrada fue publicada el noviembre 17, 2007 a las 10:46 am. Se guardó como Lecturas, Narrativa y etiquetado como El último encuentro, novela, Sándor Márai.
Añadir a marcadores el enlace permanente.
Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.