John Berger: La cámara y el ojo de Dios

Martin Parr - GB. England. London. Imperial War Museum. 2015.

Martin Parr – GB. England. London. Imperial War Museum. 2015.

Aquí y allá, la facultad de la memoria condujo a los hombres a preguntarse si, al igual que ellos podían preservar del olvido ciertos acontecimientos, no habría otros ojos observando y registrando unos acontecimientos que de no ser por ellos quedarían sin atestiguar. Tales ojos eran atribuidos a sus ancestros, a los espíritus, a los dioses o a una sola deidad. Lo que veía ese ojo sobrenatural estaba inseparablemente ligado al principio de justicia. Era posible escapar de la justicia de los hombres, pero no de esta justicia superior a la que nada se le ocultaba.

La memoria entraña cierto acto de redención. Lo que se recuerda ha sido salvado de la nada. Lo que se olvida ha quedado abandonado. Si un ojo sobrenatural ve todos los acontecimientos de forma instantánea, fuera del tiempo, la distinción entre recordar y olvidar se transforma en un juicio, en una interpretación de la justicia, según la cual la aprobación se aproxima a ser recordado, y el castigo, a ser olvidado. Este presentimiento, que el hombre ha aprendido de su larga y dolorosa experiencia del tiempo, puede encontrarse bajo diversas formas en todas las culturas y religiones y, muy claramente, en el cristianismo.

Al principio, la secularización del mundo capitalista que tuvo lugar durante el siglo XIX transformó, en nombre del Progreso, el juicio de Dios en el juicio de la Historia. La Democracia y la Ciencia se convirtieron en los agentes de este último. Y durante un breve periodo, como acabamos de ver, se consideró que la fotografía era una ayudante de estos agentes. A este momento histórico le sigue debiendo la fotografía su reputación ética de Verdad.

Durante la segunda mitad del siglo xx, el juicio de la historia ha quedado abandonado por todos, salvo por lo menos privilegiados o los desposeídos. El mundo industrializado, «desarrollado», horrorizado por el pasado, ciego con respecto al futuro, vive un oportunismo que ha vaciado de toda credibilidad el principio de justicia. Este oportunismo convierte todas las cosas en un espectáculo: la naturaleza, la historia, el sufrimiento, el resto de las personas, las catástrofes, el deporte, el sexo, la política. Y la herramienta utilizada en esta transformación —hasta que el acto se haga tan habitual que la imaginación condicionada pueda hacerlo por sí misma— es la cámara.

El espectáculo crea un presente eterno de expectación inmediata: la memoria deja de ser necesaria o deseable. Con la pérdida de la memoria perdemos asimismo las continuidades del significado y del juicio. La cámara nos libra del peso de la memoria. Nos vigila como lo hace dios, y vigila por nosotros. Sin embargo, no ha habido dios más cínico, pues la cámara recoge los acontecimientos para olvidarlos.

John Berger, «Usos de la fotografía – Para Susan Sontag» (publicado en 1978), en Para entender la fotografía (textos de John Berger, edición e introducción de Geoff Dyer, Ed. Gustavo Gili, 2015)

Esta entrada fue publicada el enero 10, 2016 a las 10:00 pm. Se guardó como Ensayo, Fotografía, Lecturas y etiquetado como , , , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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