La muerte de Mandela me hace recordar su vida. Y la valentía de alguien que amaba a su país por encima del odio a sus enemigos. En nuestro país, y en tantos otros, no veo más que peones vestidos con trajes de lujo que persiguen ambiciones que giran alrededor de su propio ombligo. Mediocridad disfrazada de Armani. Demasiadas banderas y una utilización de la democracia como un medio para conseguir el poder y los privilegios que lleva asociados. El poder les pone cachondos. Y el éxito no les hace más generosos: les hace más implacables.
Mandela ilumina la historia del siglo XX y su trayectoria es una vacuna contra el rencor. Si algún día tengo hijos, les contaré su vida, confiando en que aprendan a vivir en paz.
Bellas palabras para una figura que difícilmente se repetirá en la historia, mal que nos pese.
Jota.