El desierto de la Guajira se encuentra en el Nordeste de Colombia, una zona salvaje y desolada poco conocida incluso en su mismo país. Yo conseguí llegar a Nazareth, una población en el interior del desierto a la que sólo se llega a través de camiones de reparto que no viajan, ni mucho menos, todos los días.
Después de pasar varios días en Nazareth, conseguí una plaza en un camión que regresaba a Venezuela a través del desierto. A mitad de camino paramos en la Flor de la Guajira, población poco poblada en la que tomé un refresco y saqué esta foto a la dependienta, una mujer agradable que no gastaba en rulos pues con los rollos del papel higiénico tenía suficiente. La necesidad aguza el ingenio: en estos tiempos de crisis que nos asaltan, hay que pensárselo todo dos veces. Y pensar dos veces va a ser una experiencia que sorprenda a más de uno en este país llamado España.
De todos modos, yo no me pensé dos veces ir a Nazareth: si lo hubiera hecho, quizá no hubiera ido. Pero me moví por instinto y me salió bien, aunque ello me obligase a entrar en Venezuela sin franquear ningún control de pasaportes -en el desierto lo único que diferenciaba ambos países era un par de piedras- y tuviese que regresar a Colombia horas más tarde, aprovechando una pelea provocada por un borracho en la aduana que me permitió atravesar la frontera caminando sin llamar la atención de nadie. Son dos sellos que faltan en mi pasaporte y me traen buenos y emocionantes recuerdos. Pero esa es otra historia que se cuenta mejor con una cerveza y unas tapas por delante.
Otras historias de Colombia en mi blog -aún inacabado- Diarios de Colombia.
Antonio, un dia de estos nos vemos recopilando pelas para poder sacarte de una celda en algún poblado perdido de la mano de dios… Jejeje
Interesante relato, que no nos habias contado, por cierto ; )