1
El poema no puede ser el resto
de nosotros mismos, aires y resabios
de la modernidad que nos devora. El refrito
de un aceite un tiempo joven, ya no.
2
Uno se alejaba en el poema anterior
y era difícil regresar a casa.
Y no hay más mundo que tus manos
ni más saber que tus senos
ni más misterio que tu sexo.
[…]
Una escritura sin temer lo oscuro
porque oscuro, el silencio de la piedra,
el resplandor sin palabra, haría un lugar
para el canto. Y todo lo que es canto cantaría
como lluvia, como canto a tus cabellos,
como cuando atraes mojada el ardor ciego
y seco de este corazón, canto de ciego
que nada ve, no ver que empieza por su propio
canto, ahí va a tientas sin reconocimiento.
Pero sin temer también lo claro, lo claro
porque es claro por no temer lo oscuro,
lo claro en claridad sentado: una casa.
Gabriela, sólo tu presencia puede
y hace poder como la lluvia hace.
[…]
Sin profundidad que reubique
las estrellas en la noche nueva
pasa el poema hacia la pregunta:
¿para qué sirvo? ¿Para qué todo esto?
Desdén, dolor,
desencanto en los ojos antes
encantados, poco pan con mano preparada
por dinero. Para esto:
como alivio del hambre milenaria
de los hombres que no tienen
más que eso.
[…]
Yo no busco un dolor puro,
busco su nombre para delatarlo.
Nada de puro aquí,
nadie puro en mí
salvo la voluntad de delatar el dolo.
Eso es poeta, para los que vienen:
el que delata el dolor
que late en toda entraña oscura.
Eso es poeta, para los que vienen:
y luego canta la alegría
del derecho al aire de la tierra.
[…]
La ausencia es un dolor
vuelto vacío, es un cambio
de centro: un centro que ya no está fuera
sino adentro.
Escribir es permitir
que la ausencia crezca en sus dominios internos, que vaya
por sus propios fueros. Escribir
es reconocer el adentro, es
verlo.
Pero es un adentro que sale, se asoma
a la ventana, revela la ausencia.
Olvidé durante mucho tiempo
que la palabra es de adentro,
enamorado tal vez de tanto verla fuera,
de tanto mundo que insiste en que la palabra es de afuera,
como si la palabra sólo comunicara
cuando la palabra no sólo es lazo.
Una palabra condenada a celebrar
o a condenar el mundo,
una palabra del mundo
no puede durar mucho tiempo.
Una parte de la palabra
debe permanecer en su adentro.
Una parte de la palabra es secreto.
No sé si para toda la poesía:
para estos poemas.
Esa parte de la palabra que es secreto
protege su adentro.
Es la parte vigilante de la palabra,
la parte de la palabra que no habla,
su parte guardián de la frontera.
Es la parte-silencio de la palabra
que ya no escuchamos
empeñados en que la palabra hable por completo.
Olvidamos -olvidé- que el hombre-palabra
tiene una parte silencio.
El pájaro es todo el pájaro
pero la palabra no es toda palabra ella,
es parte silencio y parte habla.
[…]
Se puede bucear más,
siempre se puede más
averiguar los peces del fondo.
Sin olvidar que parte
de la palabra es silencio.
Ir allí
y volver
para que la memoria nazca
y muera el recuerdo.
Ir allí pero regresar a casa.
No olvidar por el camino que una parte
de la palabra es silencio.
Ir a buscar el origen del dolor,
el prístino, el inmaculado o casi,
porque aún ese tiene rezagos de tiempo
como una cabeza coronada de polvo
o un sombrero cubierto de hojas verdes.
Es lo que queda del regreso: no olvidar
que parte de la palabra es silencio.
[…]
Eduardo Milán: Razón de amor y acto de fe (Visor)