No puedo encontrar a las mujeres más hermosas del mundo en el cruce de Slauson Avenue con La Cienaga Boulevard. Puedo encontrar a Rosita y conocer la historia de sus hermanos acribillados en el DF y su añoranza por el mole poblano que saboreaba en su ciudad. Puedo perderme en los ojos de Kate, que soñó con ser actriz hasta que su marido -no el primero, ni el segundo- le enseñó a hostias que no tenía talento para serlo. Puedo acariciar la negra espalda de Mónica, nieta de prostituta, hija de prostituta y madre de una niña de cuatro años de edad. Conozco sus cuerpos y su historia. Ellas conocen mi dinero y mi nombre.
A veces nos interrumpe el ruido de un avión que despega en el aeropuerto y no sé si son mis ojos o los suyos los que le siguen perderse por encima del mar. No puedo encontrar a las mujeres más hermosas del mundo, sino a las más tristes de todas. No quedan billetes para el paraíso en el cruce de Slauson Avenue con La Cienaga Boulevard.
A. P. R.