Esconder las ideas, pero de manera que sea posible encontrarlas. La más importante será la más escondida.
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No rodar para ilustrar una tesis o para mostrar hombres y mujeres limitados a su apariencia externa, sino para descubrir la materia de la que están hechos. Alcanzar ese “corazón del corazón” que no se deja aferrar ni por la poesía, ni por la filosofía, ni por la dramaturgia.
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Que cada imagen, cada sonido se mida no sólo con tu película y con tus modelos, sino contigo.
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De la iluminación. Cosas que se vuelven más visibles, no por más luz, sino por el nuevo ángulo bajo el que las miro.
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Una cosa equivocada, si la cambias de sitio, puede ser una cosa acertada.
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Desmontar y montar de nuevo hasta la intensidad.
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Estilo: todo lo que no es técnica.
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Rodaje. Tu película tiene que parecerse a lo que ves cuando cierras los ojos. (En todo momento tienes que ser capaz de verla y de oírla entera).
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Cambiar a cada momento de objetivo fotográfico es como cambiar a cada momento de gafas.
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Dos simplicidades. La mala: simplicidad-punto de partida, buscada demasiado pronto. La buena: simplicidad-resultado, recompensa a años de esfuerzos.
Robert Bresson: Notas sobre el cinematógrafo (Ediciones Ardora)