Si echamos un vistazo a los primeros tiempos del arte moderno, sin especificar una fecha concreta, nos daremos cuenta de que las cosas eran distintas. Si Van Dyke pintaba el retrato de un duque, por ejemplo, no había nada en el cuadro que pudiera relacionarse con la turbación o la preocupación. El duque no duda, se siente seguro de quién es y de por qué es quien es. En ese sentido, se trata de un planteamiento premoderno. La persona representada no parece poseer ninguna dinámica interna, ninguna incertidumbre interior. Es la visión oficial de la clase superior, la dominante. El arte moderno se ocupa de la incertidumbre y del cambio. Es Hamlet. No siempre tiene que trabajar los mismos registros psicológicos. Podría representar la ira o la frivolidad más rocambolesca. Mi obra Man in the Street (1995), en la que se ve un tipo con la nariz ensangrentada esbozando una media sonrisa, cumple más o menos con eso.
Jeff Wall habla con David Campany (La Fábrica, Conversaciones con fotógrafos)