Antes de iniciar el desayuno, me asalta un pensamiento obvio: el mercado del arte no versa sobre el arte, sino sobre el mercado. Y percibo una duda: adónde quiero que lleguen los alumnos del Máster de Fotografía de Autor de LENS. Pues es evidente que hay que enseñarles los instrumentos para sobrevivir en el mercado, incluyendo cómo moverse en ese mundo del arte cuyo ritmo es marcado por comisarios y galerías. Pero me da miedo que la prisa por crear un producto acorde a los gustos de estos vaya matando la fuerza de la visión interior que todo fotógrafo debe tener. Que el hambre de éxito sea mayor que la necesidad de ser fiel a las propias intuiciones. Parece que la sociedad de la recompensa inmediata ha acelerado nuestras expectativas y el valor de un proyecto se mide en los aplausos apresurados más que en el eco interior. La persistencia e incluso la tozudez es necesaria para crear una obra de arte, para ir más allá de las expectativas propias y ajenas, para acercarse a la llama. Y sin embargo la búsqueda precipitada de la aprobación del mercado y de sus embajadores -internos y externos- nos lleva a ir cambiando de dirección como gallinas apresuradas en busca de alpiste.
Me gustaría enterrar el lema de George Eastman, fundador de Kodak: Usted apriete el botón, que nosotros haremos el resto. No creo en las escuelas convertidas en factorías: usted entre en nuestra escuela, que nosotros haremos el resto. Una educación que convierte al alumno en una fotocopia de otros autores de éxito no es más que una sombra de sí misma. En ese barco es mejor no navegar. No quiero que LENS sea un pasaporte hacia la fama -dudosa y efímera-, sino hacia la autenticidad. ¿Adónde quiero que lleguen los alumnos? Creo intuir una respuesta: a ese lugar en el interior de sí mismos donde reside su visión, donde nace una determinación que ninguna fluctuación del mercado pueda parar.
Es un pensamiento honesto.
Gracias, Alejandro. En eso estamos 😉