La crítica y la explicación son parientes cercanos: son un intento de esclarecer los aspectos ocultos en un fenómeno dado. La diferencia entre los fenómenos naturales y los fenómenos culturales es que éstos contienen valores, es decir, que son más o menos «como deben ser» según la intención de su creador. De manera análoga, la crítica se distingue de la explicación por valorar lo esclarecido o, dicho de otro modo, por comparar el tanto «mejor» cuanto más corresponda a la intención que lo genera. La meta de la valoración es la «perfección», es decir, la total realización de la intención. Sin embargo, este horizonte es inalcanzable. Es inalcanzable porque el fenómeno opone su inercia (el capricho de la materia) a la intención, la transforma y la «deforma». Por tanto, una de las funciones de la crítica es esclarecer esta deformación de la intención en el fenómeno. Otra función consiste en comparar el fenómeno con otros fenómenos y en considerarlo en su contexto para descubrir las condiciones históricas, geográficas, sociales y culturales de la intención. La crítica tiene que mostrar hasta qué punto el fenómeno criticado se ajusta a su contexto, esto es: en qué medida el contexto hacía esperar la intención oculta en el fenómeno. Cuanto menos se ajuste un fenómeno dado a lo esperado, más «informativo» (más original) será. Puede que existan otros criterios además de la «perfección» y la «información», pero estos dos ya son suficientes. El primero conduce a la «crítica interna», el segundo, a la «crítica externa», y ambos deberían coincidir.
Una fotografía es un fenómenos generado por intenciones convergentes, por un lado, y contradictorias, por otro. Estas intenciones están, en cierto modo, ocultas en la foto: p. ej., la intención del fotógrafo, la intención del programadr de la cámara o la intención del medio distribuidor. Y detrás de ellas están aquellas intenciones «ocultas» que apoyan las intenciones de la cámara y del medio: p. ej., la intención de la industria fotográfica que ha fabricado y programado la cámara o la intención de los aparatos políticos y publicitarios que mantienen los medios.Todas estas intenciones y sus implicaciones recíprocas han de ser consideradas por la crítica de la fotografía antes de que ésta pueda comparar la foto con ellas para, finalmente, situarla en su contexto. El hecho de que cada fotografía sea el resultado de una lucha dramática entre intenciones heterogéneas es lo que convierte a la crítica de la fotografía en una empresa emocionante.
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La falsa actitud crítica es cómoda para el receptor, cómoda para el público, ya que confirma su creencia de que el desciframiento de las fotos es fácil. Según ella, basta con averiguar la intención del fotógrafo, es decir, el punto de vista que éste adopta al tomar la foto; por lo demás, sostiene que la foto es una «imagen objetiva», la reproducción fidedigna de una circunstancia. Al silenciar las intenciones codificadoras dentro de la cámara y dentro de los medios de distribución, la mayoría de los críticos de la fotografía adormecen la capacidad crítica del público y desprecian la inteligencia crítica del receptor.
Pero, ante todo, la falsa actitud crítica favorece a los aparatos, porque desvía la atención de ellos, de modo que se sustraen al juicio crítico.
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Por el contrario, una actitud crítica «válida» respecto a la fotografía, que tuviera en cuenta todas las intenciones ocultas en ella, sería generalmente desagradable. Mostraría al fotógrafo como funcionario de diversos aparatos, aparte de como funcionario que lucha por superar su función. Revelaría como la sociedad va perdiendo el discernimiento y se comporta cada vez más en función de las fotos que están funcionando como modelos omnipresentes en torno nuestro. Demostraría que los aparatos de la cámara y de los medios no son más que la punta de un iceberg de monstruosos aparatos programadores que están en vías de instaurar un totalitarismo automático. Y también señalaría que la crítica convencional de la fotografía contribuye sensiblemente a la instauración de ese totalitarismo. La «nueva crítica de la fotografía», a pesar de ser incómoda para todos, aportaría los puntos de partida para una valoración de lo novedoso y revolucionario de la fotografía.
Vilem Flüsser: Una filosofía de la fotografía (Editorial Síntesis)