Hay palabras que mueren en el ruido y palabras que nacen del silencio. Unas buscan respuestas y otras, como las de Edmond Jabès, se pierden en el abismo de una pregunta. Si la poesía es una cuchillada en el vientre del lenguaje, Jabès le saca las tripas y las extiende sobre la arena.
La verdad es una daga, a las puertas de las noches prohibidas.
Adentrarse en uno mismo es hallar el vacío. Penetrar en la palabra es hallar la ausencia.
La sorpresa –dejarse sorprender, volverse pasivos, alcanzar insensiblemente el estado de receptividad total- es savia y pacto de creación. No se alza nada sobre lo ya visto, sobre lo ya pensado; se ve y se piensa, en cambio, a medida que se ahonda, que se edifica, que se remata; pues el remate sigue siendo el inicio.
El silencio se encuentra entre el objeto y el objeto; distancia que pone al hombre entre él y el hombre y la orilla entre ella y la orilla.
Estamos más cerca el uno del otro que de nosotros mismos.
Hay, a veces, tanta convicción en la mentira que la verdad se queda desconcertada.
El libro es el lugar en que el escritor, en silencio, sacrifica su voz.
Sólo escribimos lo que nos ha sido dado leer, que es una ínfima parte del universo por decir.
A las puertas de un nacimiento rechazado, escribimos a la sombra de lo que fue escrito, pero nunca leído.
Lo esencial habrá sido, para nosotros, en el paroxismo de la crisis, conservar la pregunta.
Edmond Jabès: El libro de las preguntas (Siruela)
Un estudio sobre Edmond Jabès: Exilio, palabra, memoria