-Estábamos tan obsesionados en construir una democracia jeffersoniana y una economía capitalista que desatendimos la situación más inmediata -me dijo compungido a finales de mayo uno de los asesores de Bremer-. Desperdiciamos una gran oportunidad y no nos dimos cuenta hasta que todo nos estalló en la cara.
[…]
En los días posteriores al derrocamiento de Saddam, si preguntabas a un iraquí -tanto si era un hombre de la calle como si era uno de los antiguos líderes políticos en el exilio- cuál era el mayor problema económico del país, la respuesta era siempre la misma: el desempleo. Nadie podía estar seguro de cuántas personas estaban sin trabajo, pero al parecer más de la mitad de los hombres en edad de trabajar estaban sin empleo; los cálculos más fiables cifraban el índice de desempleo en un 40%. Pero el documento del Tesoro y la USAID no esbozaba ningún programa para la creación de empleo. Las palabras «impuestos» y «privatizar» se citaban docenas de veces más que la palabra «empleo».
[…]
Bremer había ido a Irak a construir no solamente una democracia, sino también un mercado libre. Insistía en que la reforma económica y la política eran inseparables.
[…]
Ibrahim era simplemente un agente de nivel medio en Bagdad antes de la guerra.[…] Kerik se había fijado en él porque era uno de los pocos agentes de policía que hablaba inglés, aunque no lo hacía muy bien. Pero lo que afianzó la relación fue una conferencia de prensa a la que Bremer asistió con un grupo de agentes de policía iraquíes. Al final del acto, Ibrahim se cuadró y dio las gracias al virrey frente a las cámaras. A las pocas semanas, Kerik nombraba a Ibrahim, que había pedido el rango de general, jefe de investigaciones y viceministro del Interior.
[…]
Los neoconservadores artífices de la guerra -Wolfowitz, Feith, Rumsfeld y Cheney- consideraban la transformación económica total de Irak como una parte integral de la misión estadounidense de reconstruir el país. Para ellos, una economía libre y una sociedad libre eran dos cosas que iban de la mano. Si Estados Unidos realmente decidía que la democracia floreciera en Irak, tendrían que enseñar a los iraquíes una forma completamente nueva de hacer negocios: la forma estadounidense.
[…]
Cuando el trío [encargado de la privatización de las empresas estatales iraquíes] se reunió con un equipo de alemanes para discutir cómo habían sido privatizadas las fábricas en la antigua Alemania Oriental, éstos explicaron al equipo de la APC que en Alemania habían destinado a ocho mil personas para trabajar en el proyecto.
-¿Cuántos hombres habéis destinado vosotros? -preguntó uno de los alemanes.
-Los tenéis a todos delante de vosotros -contestó Corliss.
El alemán se rió y preguntó de nuevo:
-No, me refiero a cuánta gente trabaja para vosotros.
-No, no, ya te había entendido. Tres personas -dijo Corliss.
[…]
Para McPherson [director de la política económica de la Autoridad Provisional de la Coalición], el saqueo era una forma muy necesaria de reducción. Si el robo de propiedades gubernamentales promovía la empresa privada -como cuando los conductores de los autobuses municipales de Bagdad empezaron a hacer sus propias rutas y a quedarse con la recaudación de los billetes-, en su opinión había que considerarlo como algo positivo.
-Yo pensaba que la privatización que se produce de un modo casi natural cuando alguien se queda con un vehículo del Estado, o empieza a conducir un camión que era propiedad del Estado, no tenía nada de malo -decía.Sus colegas de la APC estaban horrorizados. Cientos de coches de la policía habían sido robados y convertidos en taxis privados, lo que tal vez era bueno para el sector privado, pero muy malo para el cumplimiento de la ley.
[…]
Un mes antes de la marcha de McPherson, Bremer le dijo que ya no tendría que preocuparse por el desarrollo del sector privado. De esta tarea se encargaría Thomas Foley, un banquero inversor y benefactor importante del partido republicano, que había sido compañero de clase de Bush en la Harvard Business School.
Una semana después de su llegada, Foley le dijo a una contratista de Bearing Point que tenía la intención de privatizar todas las empresas iraquíes de propiedad estatal en un plazo de treinta días.
-Tom, hay un par de problemas con esto -le dijo la contratista-. El primero es la existencia de una ley internacional que prohíbe la venta de activos a los gobiernos de la ocupación.
-No me preocupa en absoluto esta ley -le dijo Foley a la contratista, según la recuerda de la conversación que tuvieron-. Me importa una mierda la ley internacional. Me he comprometido con el presidente y pienso privatizar los negocios iraquíes.
[…]
Con la llegada de los norteamericanos, la tarea de rehabilitar el sistema sanitario de Irak recayó en Frederick M. Burkle Jr, un médico con un doctorado en salud pública y diversos títulos de graduación por Harvard, Yale, Dartmouth y la Universidad de California en Berkeley. […] Un colega de la USAID se había referido a él como «el especialista con más talento y experiencia en temas de salud en situaciones posteriores a un conflicto de todos los que trabajan para el gobierno estadounidense».
Una semana después de la liberación de Bagdad, Burkle fue informado de que había sido sustituido. Un alto funcionario de la USAID le dijo que la Casa Blanca quería a una «partidario fiel» para aquella tarea. Burkle tenía un montón de títulos, pero no tenía una fotografía suya con el presidente.
El puesto de Burkle pasó a manos de James K. Haveman Jr., un trabajador social de sesenta años, muy poco conocido entre los expertos internacionales en temas sanitarios. No tenía títulos médicos, pero tenía contactos. […] Instó al Ministerio de Sanidad a organizar una campaña antitabaco y nombró a un norteamericano del equipo de la APC, que resultó ser un fumador encubierto, para dirigir los trabajos de concienciación pública. Varios de los miembros del equipo de Haveman observaron irónicamente que los iraquíes tenían que vérselas en su vida diaria con peligros bastante más graves que el que representaba un poco de tabaco. Los limitados recursos de la APC, aducían, estarían mejor empleados tratando de concienciar a la gente sobre cómo prevenir la diarrea infantil y otras enfermedades mortales […] no se había apartado dinero de la Asignación Suplementaria para rehabilitar la sala de urgencias y los quirófanos del Yarmouk y de otros hospitales, aunque las heridas causadas por los ataques de la insurgencia eran el más grave desafío a la salud pública con el que tenía que enfrentarse el país.
[…]
En la Ciudad Esmeralda [la zona verde] eran muchos los que daban por supuesto que si querías cambiar algo bastaba con cambiar la ley, como en Estados Unidos.Pero en Irak las cosas no funcionaban de este modo. Solucionar los atascos de tráfico tenía muy poco que ver con una nueva ley. Era más importante arreglar los semáforos, entrenar a los agentes que tenían que controlar el tráfico, registrar los automóviles que circulaban ilegalmente, regular las importaciones de vehículos, etc. Un decreto no era un sustituto del laborioso trabajo sobre el terreno que implica reconstruir una nación.
[…]
Cuando Dehgan [encargado por el Departamento de Estado del programa para el reciclaje de los científicos iraquíes] les preguntó [al ISG, Grupo de Inspección de Irak, el equipo de la CIA encargado de buscar armas] qué científicos iraquíes creían ellos que tenían que ser invitados a participar en el centro, los responsables del ISG se negaron a colaborar, por lo que él mismo tuvo que buscarlos. Poco tiempo después, su lista de contactos incluía a docenas de científicos, entre ellos un microbiólogo. Cuando el ISG se enteró de las gestiones que estaba haciendo Dehgan le convocaron a una reunión.
-¡No se meta en esto! -gritó un oficial de alto rango a Dehagan -. Este es nuestro territorio.
Unos días después, otro miembro del ISG se llevó a Dehgan aparte y le dijo:
-Más vale que tenga cuidado. Esto es una zona de guerra y puede pasar cualquier cosa.
Dehgan empezó a llevar un revólver de nueve milímetros y un rifle AK-47. Era la única persona en la Ciudad Esmeralda que temía más a sus compañeros que a los insurgentes iraquíes.
Dado que Dehgan no hacía las cosas al estilo de la Zona Verde, no sólo consiguió inaugurar su centro científico antes de la entrega de la soberanía, sino que creó una institución que tuvo un éxito inmediato. […]
-Uno de los mayores problemas que teníamos en Irak era que no estábamos escuchando a los iraquíes, y que nuestra presencia en la habitación, igual probablemente que la presencia de Saddam anteriormente, impedía que la gente pensase con independencia y tomase la inicativa -dijo Dehgan más tarde-. La clave no era que nos implicásemos más, sino que nos implicásemos menos.
[…]
Agresto, el primer consejero de la APC para la enseñanza superior, no disponía de presupuesto. […] Así pues, caminó hasta las oficinas de la USAID para pedir ayuda. Y allí le dijeron que tenían 25 millones de dólares de asignación para las universidades iraquíes.
Uno de los responsables del programa de la USAID le dijo a Agresto que aquel dinero estaba ya destinado a ayudas y subvenciones para aquellas universidades norteamericanas que quisieran establecer acuerdos de asociación con las instituciones iraquíes. Agresto se quedó estupefacto. «¿Universidades norteamericanas?» ¿Y qué había de la rehabilitación de los edificios saqueados? ¿Y del reabastecimiento de las bibliotecas? ¿Y del reequipamiento de los laboratorios científicos? Tal vez las universidades nortemericanas contribuirán a ello, dijo el responsable. Cada facultad tendrá que decidir cómo va a emplear el dinero. […] Agresto leyó los documentos del programa sin dar crédito a lo que leía.
El departamento de Agricultura Tropical de la Universidad de Hawai había sido seleccionado para asociarse con el Departamento de Agricultura de la Universidad de Mosul para proporcionarle asesoramiento sobre «programas académicos y cursos de formación y capacitación». Pero Mosul no sólo tenía un clima casi alpino, nada que ver con el tropical, sino que la facultad había sido totalmente incendiada por los saqueadores. Lo que necesitaba era un nuevo edificio.
Un consorcio dirigido por la Universidad de Oklahoma había sido designado para trabajar en el «reforzamiento del liderazgo» en cinco facultades iraquíes, incluida la Universidad de Anbar, cuya sede se encontraba en Ramadi. La provincia de Anbar era la zona más peligrosa de Irak, una zona prohibida para los norteamericanos. ¿Cómo, se preguntó Agresto, iba un puñado de universitarios de Oklahoma a reunirse con sus homólogos de Anbar? Un equipo de la Universidad del estado de Nueva York en Stony Brook había conseguido una subvención de 4 millones de dólares para «modernizar los planes de estudio en arqueología» en cuatro de las mayores universidades iraquíes (universidades en las que los estudiantes asistían a clase sentados en el suelo porque no había sillas ni pupitres).
-Era como ir a una zona de guerra y decir: «Bueno, vamos a resolver el problema de la halitosis» -dijo Agresto.
[…]
[según Agresto] la APC había cometido un error catastrófico al establecer una cuota de suníes, chíitas y kurdos en el Consejo de Gobierno, y al llenar luego muchos de estos puestos con políticos y líderes religiosos que estaban más interesados en repartir favores entre sus seguidores que en en hacer lo mejor para su país.
Agresto creía que los iraquíes no estaban tan centrados en sus divisiones étnicas y religiosas antes de la guerra, y que había sido el sistema de cuotas de la APC lo que les había estimulado a identificarse por la raza o secta a la que pertenecían. […]
La forma que tuvo Bremer de abordar el tema «magnificó, más que atenuó, las muchas divisiones que tantos iraquíes rechazaban», dijo Agresto. «Los mejores iraquíes sabían que no podían construir un país, un país democrático, a menos que consiguieran de algún modo dejar atrás y trascender estas divisiones. Los mejores iraquíes […] lo sabían. Nosotros no lo sabíamos.
[…]
-Teníamos que haber sido menos ambiciosos -dijo Agresto-. Nuestro objetivo tenía que haber sido construir un Irak más libre, seguro y próspero, con el énfasis puesto en lo de «seguro». Las instituciones democráticas se habrían ido desarrollando con el tiempo. En vez de ello, no dejamos de hablar de unas elecciones democráticas. Si le preguntas a un iraquí normal y corriente qué es lo que quiere, lo primero que te dirá no es democracia o elecciones, sino seguridad. Los iraquíes quieren poder salir de sus casas de noche.
[…]
Allí donde la APC veía progreso, los iraquíes veían promesas rotas. Mientras Bremer preparaba su salida, la generación de electricidad se había quedado estancada en los 4000 megavatios -lo que representaba menos de nueve horas de electricidad al día para la mayor parte de las casas de Bagdad-, en lugar de los 6000 megavatios que había prometido proporcionar. El nuevo ejército tenía menos de 4000 soldados entrenados, una tercera parte de lo prometido. Solamente 15000 iraquíes habían sido contratados para trabajar en proyectos de reconstrucción financiados con la Asignación suplementaria, y no los 250000 que se habían anunciado. El 70% de los agentes de policía que patrullaban las calles no habían recibido ningún entrenamiento financiado por la APC. Los ataques contra las fuerzas estadounidenses y los civiles extranjeros alcanzaban una media de cuarenta al día, lo que significaba que se habían triplicado desde enero. El asesinato de líderes políticos y el sabotaje de la infraestructura eléctrica y petrolífera del país eran sucesos diarios. […]
Debido a los retrasos burocráticos, solamente se había gastado el 2% de los 18,4 mil millones de la Asignación suplementaria. No se había gastado nada en construcción, asistencia sanitaria, servicios de limpieza y recogida de basura o provisión de agua potable, y se había dedicado más dinero a la administración que a proyectos relacionados con la educación, los derechos humanos, la democracia y la gobernanza combinados.
Rajiv Chandrasekaran: Vida imperial en la ciudad esmeralda. (RBA Libros)