de El arroyo Piute
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Una mente clara y atenta
No tiene opinión pero aquello
Que ve es de verdad visto.
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de Canción del gusto
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Besando al amante en la boca del pan:
labio con labio.
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de El lenguaje avanza en dos direcciones
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una escritura verdaderamente notable llega a aquellos que han aprendido, dominado y superado los usos y pautas de una correcta escritura convencional, para retornar de nuevo al disfrute y la diversión desahogada de la lengua natural. La buena escritura común es como una huerta que produce exactamente lo que quieres, gracias al esfuerzo de cultivar y limpiar las malas hierbas. Lo que recoges es lo que plantas, como una hilera de judías. Pero una escritura realmente buena está tanto dentro como fuera del vallado de la huerta. Puede que haya judías, pero también adormideras, arvejas, y algunos jilgueros y avispas por en medio. Es más diversa, más interesante y más impredecible, y se compromete con una forma de inteligencia mucho más vasta y profunda. Su conexión con el carácter salvaje del lenguaje y la imaginación la refuerza.
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en la práctica de la escritura lúdica, el ojo de la mente vaga contemplando paisajes y escenas, reviviendo sucesos, escuchando y soñando al mismo tiempo. La mente puede estar reviviendo un momento pasado en este mismo instante, con lo cual es difícil decir si está en el pasado o en algún otro presente. Mentalmente nos movemos como en un gran territorio, y volvemos de él con unos cuantos huesos, frutos o semillas que conservamos como lenguaje. Escribimos al dictado de ritmos distantes, aunque profundamente escuchados, saliendo de una fructífera oscuridad, de un momento sin juicio u objeto. El lenguaje es una parte de nuestro cuerpo y está entretejido con el ver, sentir, tocar y soñar de toda la mente, tanto como localizado en un “centro del lenguaje”.
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Se debe confiar en los escasamente visibles trazos del mundo. No necesitamos organizar el mal llamado caos. La disciplina y la libertad no son opuestas. Nos hacemos libres con la práctica que nos permite dominar la necesidad, y nos hacemos disciplinados por nuestra libre elección de asumir esa destreza. Vamos más allá de “dominar” una situación al convertirnos en amigos de la “necesidad”, y así no ser –como hubiera dicho Camus- ni víctima ni verdugo. Sólo una persona jugando en el territorio del mundo.