He abandonado el barro, la arcilla conocida,
para vivir al borde de un peligro que amo,
para buscar las manos que sostengan mi rostro
sobre el silencio neutro de las profundidades.
Ahora miro a lo lejos. Ya pasaron los días
que la vida nos dio para gozar de aquello.
Pero es posible regresar, volver mil veces
a los lugares del deseo, a los sitios que la pasión eligiera.
Basta con que miremos hacia atrás, con que aprendamos
que el tiempo pasa, pero permanece.
Era la hora
íntima del crepúsculo. Se hundía
tras los montes el sol como un monarca
que ha perdido su cetro y su corona
y está viejo y cansado.
(la vida suele
negarse a que dos veces en un alma
arda idéntico fuego)
No hay mayor tristeza
que la de aquello que queriendo alzarse
no se transforma en flor, en fruto, en vida
que se afirma y canta.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.
EL FULGOR DEL RELÁMPAGO
Hay cosas que la vida te da cuando ya apenas
podías esperarlas, y su luz
maravillosa, elemental, purísima,
te hace feliz de pronto. Y desgraciado,
pues comprendes que no te corresponde
ese milagro ahora y que no debes
a ciegas entregarte a lo que era
propio tal vez de otro momento tuyo,
de un momento anterior, cuando tenías
fuerzas para ser libre.
Mas déjate llevar, y vive esa hermosura
con coraje, sin miedo. A qué pensar
en lo que te conviene. Es muy fugaz la dicha.
No la desprecies. Tómala. Y apura
el fulgor del relámpago. Después,
tiempo tendrás para seguir muriéndote.NOCTURNO DEL MAR MENOR
Luna llena de agosto
sobre las aguas.
Intimidad de entonces,
mar de mi infancia.Absorto, miro.
A los ojos del hombre
se asoma un niño.