Los trazos de la canción

En El origen del hombre, Darwin observa que el impulso migratorio de ciertos pájaros es más fuerte que el maternal. La madre abandonará a sus polluelos en el nido con tal de no perder su cita para el largo vuelo rumbo al sur.

Bruce Chatwin - Los viajes

Darwin cita el ejemplo del ganso de Audubon, el cual, cuando lo privan de las plumas del extremo del ala, echa a andar por el suelo.

A continuación describe los padecimientos de una ave que, enjaulada en la temporada de su migración, bate las alas y se ensangrienta el pecho contra los barrotes de su jaula.

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Soren Kierkegaard, Carta a Jette (1847): Sobre todo, no pierdas tu deseo de caminar: yo mismo camino diariamente hasta alcanzar un estado de bienestar y al hacerlo me alejo de toda enfermedad. Caminando he tomado contacto con mis mejores ideas, y no conozco ningún pensamiento cuya naturaleza sea tan abrumadora como para que uno no pueda distanciarse de él andando… pero cuando te quedas quieto, y cuanto más te quedas quieto, más próximo estás a sentirte enfermo… De modo que si caminas sin parar, todo te saldrá bien.

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Kipling: En última instancia, en el mundo sólo hay dos categorías de hombres: los que se quedan en casa y los que no.

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Una paradoja de las religiones monoteístas consiste en que, si bien nacieron en el ámbito del desierto, los habitantes de este exhiben una indiferencia francamente arrogante respecto del Todopoderoso. «Subiremos hasta Dios y lo saludaremos -le dijo un bedu a Palgrave en la década de 1860-, y si demuestra ser hospitalario, nos quedaremos con él; de lo contrario, montaremos en nuestros caballos y nos iremos al galope».

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Un explorador blanco de África, ansioso por abreviar su travesía, pagó a sus porteadores para que realizaran una serie de marchas forzadas. Pero ellos, casi al llegar a su punto de destino, descargaron los bultos y se negaron a moverse. Aunque les ofreció pagas adicionales no consiguió que modificaran su comportamiento. Dijeron que debían esperar que los alcanzasen sus almas.

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Bowlby cita una frase de los Principles of Psychology de William James: «La mayor causa de terror en la infancia es la soledad». El niño solitario, que patalea y chilla en su cuna, no exhibe necesariamente, por lo tanto, los primeros signos del deseo de Muerte, o del Ansia de Poder, o de un impulso agresivo encaminado a romperle los dientes a su hermano. Es posible que estos se desarrollen o no se desarrollen más tarde. No. El niño grita -si se traspone la cuna a los matorrales espinosos africanos- porque, a menos que su madre acuda en el próximo par de minutos, lo devorará una hiena.

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A los visitantes de la guardería de un hospital los sorprende a menudo el silencio. Sin embargo, si la madre ha abandonado realmente a su hijo, la única posibilidad de supervivencia que le queda a este depende de que tenga la boca cerrada.

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Una regla general de la biología estipula que las especies migratorias son menos «agresivas» que las sedentarias.

Existe una razón para ello. La migración misma, como el peregrinaje, es el viaje arduo: un «nivelador» en virtud del cual sobreviven los «aptos», en tanto que los rezagados se caen a la vera del camino.

Así, el viaje hace innecesarias las jerarquías y las exhibiciones de autoridad. Lso «dictadores» del reino animal son aquellos que viven en un ambiente de abundancia. Los anarquistas, como siempre, son los «caballeros del camino».

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En Aranda Traditions, Strehlow compara dos pueblos de Australia Central: uno sedentario y otro migratorio.

Los aranda, que vivían en un territorio con pozos de agua fiables y abundante caza, eran unos ultraconservadores cuyas ceremonias eran inmutables, cuyas iniciaciones eran brutales, y cuyo castigo para el sacrilegio era la muerte. Se consideraban una raza «pura», y rara vez pensaban en abandonar la tierra.

En cambio, los habitantes del Desierto Occidental estaban tan abiertos al mundo circundante como cerrados estaban los aranda. Copiaban sin prejuicios cantos y danzas, y aunque no amaban menos su tierra, siempre estaban en movimiento. «Lo más asombroso de este pueblo -escribe Strehlow-, era su predisposición a reir. Era un pueblo que reía alegremente, que se comportaba como si nunca hubiera tenido algo de que preocuparse en el mundo. Los hombres aranda, civilizados en las haciendas donde se criaban ovejas, acostumbraban a decir: «Ríen sin parar. No pueden evitarlo».

Bruce Chatwin: Los viajes -En la Patagonia, Los trazos de la canción, ¿Qué hago yo aquí?- (Península – Altaïr Viajes)

Esta entrada fue publicada el febrero 10, 2007 a las 11:45 pm. Se guardó como Lecturas, Narrativa y etiquetado como , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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