© Matt Stuart
Todos tenemos un amigo con un jardín delantero en perfecto estado: las flores magistralmente ordenadas, los setos recortados y las macetas artísticamente emplazadas.
Pero el patio trasero de este mismo amigo es todo lo contrario: desordenado, descuidado, con las herramientas del jardín tiradas por todos los lados, lleno de malas hierbas y vegetación inexpugnable.
Una metáfora estupenda del proceso creativo.
El jardín delantero es la obra terminada. Pero el auténtico trabajo se hace en el patio trasero, donde uno se mueve en ropa interior, habla solo, prueba y se arriesga. Sin el duro trabajo del patio trasero, el jardín delantero no existiría.
Todos necesitamos un espacio de libertad en el que podamos poner a prueba nuestras ideas y desarrollarlas antes de presentarlas al mundo.
Es ahí donde se empiezan a regar las semillas que un día crecerán hasta convertirse en algo que se pueda mostrar a los vecinos.
Si no funciona, siempre se podrá utilizar de abono.
Erik Kessels: ¡Qué desastre! Cómo convertir errores épicos en éxitos creativos (Phaidon, 2016)
OTRA FORMA DE MIRAR 