Irónicamente, en el mundo que nos aguarda, la publicidad ha sido elegida como la única forma de expresión digna de protección comercial. Cualquier otra forma de expresión está allí para ser remezclada, convertida en anónima y descontextualizada hasta que llega a carecer de sentido. Sin embargo, los anuncios deben ser cada vez más contextuales, y el contenido del anuncio es hoy absolutamente sagrado.
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La combinación de la mente colmena y la publicidad ha dado como resultado un nuevo tipo de contrato social. La idea básica de dicho contrato consiste en alentar a los autores, periodistas, músicos y artistas a tratar los frutos de su intelecto e imaginación como fragmentos para ser entregados gratuitamente a la mente colmena. La reciprocidad adopta la forma de la autopromoción. La cultura está destinada a convertirse solo en publicidad.
Jason Lanier, Contra el rebaño digital: Un manifiesto (Debate. Barcelona, 2011)