
Paul Strand, Luzzara, 1953
[Sobre Paul Strand] Su método es más peculiar. Se podría decir que es la antítesis del de Henry Cartier-Bresson. El momento fotográfico de este último es un instante, una fracción de segundo, y él está al acecho de ese momento como un animal salvaje. Para Strand, el momento fotográfico es un momento biográfico o histórico, cuya duración no se mide idealmente en segundos, sino en su relación con toda una vida. Strand no está a la caza y captura del instante, sino que hace que surja el momento del mismo modo que uno podría incitar a la narración de un cuento.
En términos prácticos esto significa que decide lo que quiere antes de tomar la fotografía; nunca juega con lo accidental, trabaja con mucha lentitud, casi nunca corta una fotografía, a menudo sigue utilizando una cámara plana y pide formalmente a sus retratados que posen para él. Sus fotos se distinguen por su intencionalidad. Sus retratos son totalmente formales. El sujeto nos mira; nosotros miramos al sujeto; ha sido dispuesto de este modo. Pero en muchas otras fotos suyas de paisajes, objetos o edificios se da una parecida sensación de frontalidad. Su cámara no va libremente de un lado al otro. El autor escoge en donde quiere situarla.
El lugar escogido no es allí en donde está a punto de suceder algo, sino en donde serán narrados cierto número de acontecimientos. De este modo, sin hacer uso alguno de la anécdota, convierte a sus sujetos en narradores. […] En todos los casos, Strand, el fotógrafo, ha escogido el lugar para situar su cámara como si fuera un oyente.
[…] Lo que en definitiva determinó el éxito de sus retratos y sus paisajes -que no son sino extensiones de sus retratados, invisibles en ese momento- es la capacidad para invitar a la narración, para presentarse a su sujeto de tal forma que este está deseando decir: Yo soy como me estás viendo.
John Berger, «Paul Strand» (publicado en 1972), en Para entender la fotografía (textos de John Berger, edición e introducción de Geoff Dyer, Ed. Gustavo Gili, 2015)