Cada día, el universo se crea en un gran estallido de imágenes que invaden nuestras pantallas y se adhieren a nuestra memoria vital. Cada día, el universo se construye y se expande, en una explosión interminable alimentada por nuestras fotografías. Cada día perdemos más el control sobre un caudal que impide la búsqueda de cualquier sentido.
Y, sin embargo, identificar los tópicos, los lugares comunes, las repeticiones, las imitaciones, nos permite penetrar este flujo incesante y acercarnos al núcleo de nuestras preguntas. Antes de fotografiar, hay que desfotografiar: desnudar los códigos que nos impiden el acceso a la posibilidad de un cambio real sobre el mundo material que nos rodea y nos suministran el suero del olvido.
El mundo está hecho de imágenes.
Y, sin embargo, se mueve.