
Bill Brandt – Ready to Serve, 1936
Parece que los grandes fotógrafos se clasifican por sí solos en dos familias cuya visión y cuya meta son totalmente distintas. Los primeros lo esperan todo de lo instantáneo «reproducido del natural» y cosechan aquí y allí unas imágenes que dan testimonio de la condición humana. Atget es su antepasado, Cartier-Bresson su más famoso representatne contemporáneo y las fotos de Robert Capa una de las cumbres de su arte. Los otros anhelan la eternidad a través del instante. El retrato, el desnudo y el bodegón son su territorio. Edward Weston es el maestro de esta casta cuya tradición prosiguen, en Francia, Sudre, Brihat y Clergue. Es obvio que Bill Brandt pertenece a esta línea. Pero en este caso, como en otros, este demonio de hombre sabe ir más allá de esta alternativa. Porque, único representante de su especie, baja a la calle y hace reportajes a su manera sobre el paro en 1930, la dolce vita de la flor y nata londinense o los bombardeos de 1940. A su manera, claro está, pues a estos mineros, a estos aristócratas, a estos londinenses amontonados en el pub, los trata como desnudos, como bodegones. Y seguramente es lo que da su fuerza y su firmeza fascinantes a estos documentos auténticamente «sacados de lo real».
Michel Tournier: El crepúsculo de las máscaras (Editorial Gustavo Gili)
Excelente tu blog, muy interesante
¡Gracias! ¡Un saludo!