La motivación artística en fotografía (I)

Me refiero al uso de los medios fotográficos como vehículos de expresión de la misma forma en que la pintura, las piedras, las palabras y los sonidos se emplean con ese propósito, concretamente, considerándolos como otro conjunto de materiales que en manos de unos pocos individuos, que se encuentran bajo el control de una profunda necesidad interior combinada con el conocimiento, pueden convertirse en organismos con vida propia, como los árboles o las montañas. Y digo unos pocos individuos, ya que los verdaderos artistas son escasos, no solo entre pintores, escultores y compositores, sino también entre fotógrafos.

Paul Strand - Wall Street, 1915

Paul Strand - Wall Street, 1915

Ahora bien, la producción de tales organismos vivos es el resultado de la confluencia de dos elementos en el trabajador. Primero y, sobre todo, debe darse un gran respeto y entendimiento de los materiales con los cuales él o ella deberán trabajar, y un determinado grado de dominio sobre ellos, que proporciona la práctica. Y segundo, ese algo indefinible, el elemento que pone en contacto al producto con la vida, y que, por tanto, debe ser el resultado de un profundo sentimiento y experiencia de la misma vida. El oficio es la base fundamental que puede aprenderse y desarrollarse siempre que se empiece sintiendo un respeto absoluto por los materiales […] El elemento vivo también es posible desarrollarlo siempre que se encuentre ya ahí potencialmente. No puede darse ni enseñarse. Su desarrollo está condicionado por su propio sentimiento de que debe ser una forma libre de vivir. Por una forma libre de vivir entiendo el difícil proceso de dilucidar cuáles son los sentimientos que cada uno personalmente siente hacia el mundo, separándolos de los sentimientos e ideas de los demás. En otras palabras, este querer ser lo que verdaderamente es llamado un artista debe ser la última cosa en el mundo por la que sentir preocupación. O se es o no se es.

Ahora bien, la noción popular de artista es un asunto distinto. Esta noción utiliza la palabra artista para describir a cualquiera que posea un poco de talento y habilidad, sobre todo en pintura, y se confunde este talento -la cosa más corriente del mundo- con la extremadamente infrecuente habilidad para usarlo de forma creativa. Así, cualquiera que se lanza a pintar es un artista, y la palabra, como muchas otras que han sido utilizadas acríticamente, deja de tener significado como símbolo de comunicación.

Sin embargo, al echar una ojeada al desarrollo de la fotografía, al mirar lo que todavía hoy se está haciendo en nombre de la fotografía […], es evidente que esta noción de artista, generalmente errónea, ha sido y es la mayor preocupación de los fotógrafos y su ruina. A ellos les gustaría también ser recibidos en sociedad como artistas, como ocurre con todo aquel que pinta, y, por lo tanto, intentan transformar la fotografía en algo que no es, introduciendo una sensación pictórica. De hecho, la mayoría de los fotógrafos que conozco hubiesen preferido, en último extremo, pintar si hubiesen sabido cómo hacerlo. A menudo, quizá, no son conscientes de que sufren cierta dependencia de la idea de pintura, ni de la falta total de respeto y entendimiento hacia su propio medio, lo cual esteriliza su trabajo. Sin embargo, ya sea por sus puntos de vista acerca de las cosas que fotografian, o más frecuentemente, por el uso de ciertos materiales no fotográficos, lo que hacen es revelarnos su deuda con la pintura, y generalmente con la de segunda fila. Lo patético es que la idea que los fotógrafos han tenido de la pintura es tan acrítica y rudimentaria como la noción popular de artista. Encontramos en su trabajo todos los indicios de que no han seguido todo el desarrollo de la pintura y de que no han sabido percibir el avance de su propio medio.

[…] Porque la fotografía tiene una tradición, a pesar de que muchos de los que hoy fotografían no son conscientes de ello. Ésta es, por lo menos, una de las razones por las que son víctimas de la debilidad y de los falsos conceptos de esta tradición, y son incapaces de clarificar o de añadir nada más a su desarrollo. Por lo tanto, el que quiera fotografiar y no viva en una isla desierta, que mire a esa tradición críticamente, y que descubra qué significaba la fotografía para otras personas, dónde su trabajo conseguía satisfacer o dónde fallaba. Que considere si una de esas fotografías se puede colgar en la misma pared que un grabador de Durero, un cuadro de Rubens o incluso de un Corot sin que se haga añicos. Porque ésta es a fin de cuentas la prueba, no del arte sino de la vida.

Mi propio examen de la tradición fotográfica me ha revelado, y creo que puede demostrarse, que son muy pocas las fotografías que pasan la prueba. Y no la pasan porque, a pesar de que muchos trabajos son el resultado de un sentimiento sensible por la vida, están basados en ese falso concepto fundamental de que los medios fotográficos son un atajo para llegar a la pintura. […] Y así nos encontramos hoy en día con fotógrafos […] que siguen trabajando como si nada hubiese ocurrido, usando este o aquel proceso de manipulación si ni siquiera una milésima de la intensidad o habilidad con la que trabajaron sus predecesores, de tal forma que su labor deja de tener sentido y se convierte en algo puramente absurdo.

Paul Strand: La motivación artística en fotografía  (1923), citado por Joan Fontcuberta en Estética fotográfica (Editorial Gustavo Gili)

Esta entrada fue publicada el julio 26, 2011 a las 7:00 am. Se guardó como Fotografía, Lecturas y etiquetado como , , , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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