Lo que uno paga al comprar una cámara es menos el metal o el plástico que el programa que le permite generar imágenes; así, en general, lo duro de los aparatos, el hardware, es cada vez más barato, mientras que lo blando, el software, es cada vez más caro. Los aparatos más blandos, p. ej., los aparatos políticos, ilustran lo característico de toda la sociedad postindustrial: el que dispone de un valor no es aquel que posee el objeto duro, sino el que controla su programa blando. El símbolo blando, no el objeto duro, es valioso: inversión de todos los valores.
El poder ha pasado del propietario de los objetos al programador y operador. El juego con los símbolos se ha convertido en juego de poder. Un juego de poder jerárquico: el fotógrafo tiene poder sobre los contempladores de sus fotografías y programa su comportamiento; y el aparato tiene poder sobre el fotógrafo y programa sus gestos. Esta desviación del poder de lo sustantivo a lo simbólico es la seña de identidad por excelencia de lo que llamamos «sociedad de la información» e «imperialismo postindustrial».
Vilem Flüsser: Una filosofía de la fotografía (Editorial Síntesis)