La falsa objetividad de las imágenes

Este carácter supuestamente no simbólico, pero sí objetivo de las imágenes técnicas [como las fotografías] lleva al contemplador a considerarlos no como imágenes, sino como ventanas. Las cree como a sus propios ojos. Consecuentemente, no las critica como imágenes, sino como cosmovisiones (si es que las critica). Su crítica no es un análisis de su generación, sino un análisis del mundo. La falta de crítica de las imágenes técnicas debe resultar peligrosa en una situación en la que las imágenes técnicas están en vías de suprimir los textos.

Peligrosa porque la «objetividad» de las imagenes técnicas es un engaño; pues no sólo son simbólicas, como todo tipo de imágenes, sino que representan complejos simbólicos mucho más abstractos que las imágenes tradicionales. Ellas son metacódigos de textos que, como demostraré más adelante, no designan el mundo de afuera, sino textos. La imaginación que las fabrica es la capacidad de recodificar textos en imágenes; y, al contemplar estas imágenes, vemos unos conceptos novedosamente cifrados del mundo de afuera.

[…]

Hay algunas cosas que sí sabemos de estas imágenes. Por ejemplo, que no son ventanas, sino imágenes, es decir, superficies que lo traducen todo en situaciones; que tienen un efecto mágico, como todas las imágenes; y que inducen a sus receptores a una proyección de esta magia indescifrada al mundo de afuera. La fascinación mágica de las imágenes técnicas puede observarse en todas partes: cómo cargan de magia la vida, cómo experimentamos, conocemos, valoramos y actuamos en función de estas imágenes. Por esta razón conviene preguntarnos de qué tipo de magia se trata.

Es obvio que difícilmente puede ser la misma magia que la de las imágenes tradicionales: la fascinacion que emana de la pantalla de un televisor o de un cine es otra que la que experimentamos al contemplar pinturas rupestres o frescos de tumbas etruscas. La televisión y el cine se encuentran en otro nivel ontológico que las cuevas y los etruscos. La magia antigua es prehistórica, es más antigua que la conciencia histórica, y la magia nueva es «posthistórica» y sucede a la conciencia histórica. La nueva brujería no pretende cambiar el mundo de afuera, sino nuestros conceptos sobre el mundo. Es una magia de segundo grado, una juglaría abstracta.

La diferencia entre la magia antigua y la magia nueva puede definirse como sigue: la magia prehistórica es la ritualización de modelos llamados «mitos», y la magia moderna es la ritualización de modelos llamados «programas».  Los mitos son modelos de tradición oral cuyo autor -un «dios»- se sitúa más allá del proceso de comunicación. Al contrario de los programas, que son modelos de tradición escrita cuyos autores -«funcionarios»- se sitúan dentro del proceso de comunicación.

La función de las imágenes técnicas es la de liberar a sus receptores por magia de la necesidad de un pensamiento conceptual, sustituyendo  la conciencia histórica por una conciencia mágica de segundo grado. Esto es a lo que apuntamos al decir que las imágenes técnicas suprimen los textos.

Los textos se inventaron en el segundo milenio antes de Cristo,  con el fin de desmagificar las imágenes, aunque sus inventores no tuvieran conciencia de ello; por su parte, la fotografía se inventó, como primera imagen técnica, en el siglo XIX con el fin de recargar los textos de magia, aunque sus inventores no tuvieran conciencia de ello. La invención de la fotografía es un acontecimiento histórico tan decisivo como lo fue la invención de la escritura. La escritura da comienzo a la historia sensu stricto, en tanto que lucha contra la idolatría. Y la fotografía inaugura la «posthistoria», cual lucha contra la textolatría.

[…]

[las imágenes técnicas] no devuelven las imágenes tradicionales a la vida cotidiana, sino que las sustituyen por reproducciones y ocupan su lugar; ni mucho menos hacen imaginables los textos herméticos, como era su propósito, sino que los tergiversan traduciendo las proposiciones y ecuaciones científicas en situaciones, que es lo que son las imágenes. Tampoco hacen visible la magia prehistórica encerrada subliminalmente en los textos baratos; más bien la sustituyen por una nueva especie de magia, a saber, la magia programada. Por eso no son capaces de reunir la cultura en un denominador común, como era su objetivo. Al contrario: la trituran en masa amorfa, produciendo la cultura de masas. […]

Nada se resiste a la aspiración de las imágenes técnicas. No hay ninguna actividad artística, científica o política que no las busque, ninguna acción cotidiana que no quiera ser fotografiada, filmada o grabada en vídeo. Todo quiere permanecer para siempre en la memoria, ser eternamente repetible. Todo acontecimiento apunta actualmente a la pantalla del televisor, a la pantalla de cine y a la foto para traducirse en situación. Al hacer esto, los actos pierden su carácter histórico para convertirse en un rito mágico y en un movimiento siempre repetible. El universo de las imágenes técnicas, tal y como empieza a perfilarse alrededor de nosotros, se presenta como la totalidad de los tiempos en que los actos y los sufrimientos circulan sin cesar. Parece necesaria esta perspectiva apocalíptica para dotar el problema de la fotografía de los contornos que exige.

Vilem Flüsser: Una filosofía de la fotografía (Editorial Síntesis)

Esta entrada fue publicada el marzo 8, 2011 a las 8:00 am. Se guardó como Ensayo, Fotografía, Lecturas y etiquetado como , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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