Muchos de nosotros hemos crecido deslumbrados por la supuesta épica del fotógrafo de guerra. Por eso conviene hacerse algunas preguntas sobre el papel de un cierto fotoperiodismo más preocupado por sus propias tribulaciones -y por dotarse de una aureola heroica- que por el sufrimiento de las personas a las que fotografía en el camino hacia el soñado World Press Photo.
No sólo Ricky Dávila tiene dudas sobre esto. Juan Valbuena también dejó alguna pregunta en el aire en su taller del pasado fin de semana en LENS: ¿Es perverso que sea una galería la que pague a Luc Delahaye su viaje a Afganistán para luego vender a los coleccionistas de arte sus fotos del conflicto?
Sí, es perverso.
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