Contra el mapa

«Lejos de ser un simple espejo de la naturaleza falso o verdadero, los mapas vuelven a describir el mundo -como cualquier otro documento- en términos de relaciones de poder y de prácticas culturales, preferencias y prioridades», apostilla Harley.

La Escuela del Sur (1935)

Joaquín Torres García: La Escuela del Sur (1935)

[…]

Se suele, así, dar por hecha la objetividad del mapa, sin tener en cuenta el trabajo de «traducción» que el trazado implica. Y en este punto empieza el malentendido, ya que trazar un mapa conlleva, en primer lugar, el necesario poder para trazarlo -las historias militares de la geografía y la cartografía, en las cuales se pone de manifiesto quién y desde dónde ha escrito el relato, no dejan lugar a dudas.

[…]

«El mapa geográfico en su forma más simple no es el que hoy nos parece más natural, es decir, el que representa la superficie del suelo como vista por un ojo extraterrestre. La primera necesidad de fijar sobre el papel los lugares va unida al viaje: es el recordatorio de la sucesión de etapas, el trazado de un recorrido», reflexiona Calvino. Pues, a pesar de obstinarse en su asepsia, todo mapa geográfico «presupone una idea narrativa, es concebido en función de un itinerario, es Odisea».

[…]

El mundo, eterna reproducción que presenta los cuadros de Ernst como postales y mira los sitios a través de postales, despertando cada vez una duda dolorosa: […] ¿De verdad estuvimos allí, en cualquier lugar, cualquiera de nosotros? Y de estar, ¿fuimos capaces de mirar, de ver, de ver dentro, de abandonar la posición segura que confiere hallarse ante un cuadro, un mapa o una postal? […] Quizá por este motivo fueron tan populares las exposiciones universales desde su invención a mediados del siglo XIX. Allí el mundo entero simulaba materializarse sin implicar riesgo alguno para los visitantes, quienes contemplaban esa puesta en escena de «otredad» como quien contempla un cuadro, cómodos en la posición de privilegio que la mirada de Occidente confiere el observador. […] Esta podría ser la razón que justificaría la eficacia de las exposiciones universales en la contundente maniobra colonial que los países europeos organizan durante el siglo XIX y primeros años del XX: en su esencia de gran cuadro viviente organizado para la mirada occidental, las exposiciones universales terminan por ser uno de los escenarios más eficaces en la puesta en escena de las diferencias culturales. Salvaguardado bajo la supuesta pasión hacia el conocimiento […] el ritual de apropiación del otro se «interpreta» de ese modo pérfido y sutil con el que nuestra cultura suele hacer las cosas. […] Como reflexiona Walter Benjamin a propósito de dichas exposiciones, las gentes se convertían en productos de consumo que iban narrando sobre ellos mismos lo que la mirada del poder esperaba escuchar». […] Ni que decir tiene que eso «otro reconstruido cuidadosa, verosímilmente en un contexto que no era el propio, resultaba de una artificiosidad irremediable. Los ritos representados no eran «reales» […] si no lo eran la [mirada] burlada terminaba por se la mirada de «aquí». […] Un grupo de mujeres de Dahomey, recuerda el autor [Robert Rydell], cantaban en la performance de la feria de Chicago: «Hemos venido de un país lejano a una tierra donde todos los hombres son blancos. Si venís a nuestro país, será un placer para nosotras cortaros las gargantas».

[…]

Mandar cartas es un modo de trazar mapas.

Estrella de Diego: Contra el mapa (Siruela)

Esta entrada se publicó el enero 4, 2009 en 5:54 pm y se archivó dentro de Ensayo, Lecturas. Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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