Poesía esencial

Pontoneros Dos orillas necesita la verdad: una para nuestra ida, otra para su regreso. Caminos que beban sus brumas. Que guarden intactas nuestras risas felices. Que, incluso rotos, sigan siendo salvadores para nuestros hermanos que nadan en aguas heladas.

Los transparentes

[…]

Inocencia, tu deseo termina

bajo la hoz de mi paso.

Devolvedles

Devolvedles lo que ya no está presente en ellos,

Volverán a ver cómo el grano de la cosecha se encierra en la espiga y se agita sobre la hierba.

Enseñadles, de la caída al vuelo, los doce meses de su rostro,

Mimarán al vacío de su corazón hasta el siguiente deseo;

Pues nada ha naufragado ni se complace en las cenizas;

Y a quien sabe ver cómo la tierra se consuma en sus frutos

No le perturba el fracaso aunque lo haya perdido todo.

Hojas de Hipnos

Un hombre sin defectos es una montaña sin grietas. No me interesa.

[…]

El poema es ascensión furiosa; la poesía, el juego de las riberas áridas.

[..]

Si a veces el hombre no cerrase soberanamente los ojos, acabaría por no ver lo digno de ser mirado.

[…]

No puedes releerte, pero puedes firmar.

[…]

El avión desciende. Los pilotos invisibles se aligeran de su jardín nocturno, después estrujan una luz breve bajo la axila del aparato para indicar que han terminado. Ya no queda más que recoger el tesoro desperdigado. Igual que el poeta…

[…]

Lo excepcional no embriaga ni causa lástima a su asesino. Éste tiene, ay, los ojos que se necesitan para matar.

Homenaje y hambre

Mujer que te acompasas con la boca del poeta, ese torrente de légamo sereno, que le enseñaste, cuando él todavía no era más que simiente cautiva de lobo ansioso, la ternura de los altos muros lustrados por tu nombre (hectáreas de París, entrañas de belleza, mi fuego asciende bajo tu falda de fuga), Mujer que duermes en el polen de las flores, deposita sobre su orgullo tu escarcha de médium sin límite, de manera que hasta la hora del brezal de osamentas él siga siendo el hombre que para adorarte mejor retrasaba indefinidamente en ti la diana de su nacimiento, el puño de su dolor, el horizonte de su victoria.

Évadné

[…]

Era el principio de años adorables

La tierra nos amaba un poco lo recuerdo.

René Char: Poesía Esencial (Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores)

Esta entrada fue publicada el octubre 22, 2007 a las 7:15 pm. Se guardó como Lecturas, Poesía y etiquetado como , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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